Entre chinchorros, mochilas, manillas y mantas se extienden los hilos que se entrelazan y dan vida a la cultura Wayuu. La infinidad de gamas de colores contrastan con la aridez del paisaje desértico y la tez morena de sus mujeres, aquellas encargadas de perservar la vida de su comunidad en una tradición que se extiende a través de tejidos ancestrales.
Son ellas, quienes desde tiempos ancestrales han llevado las riendas de esta cultura que se ha expandido por la península de La Guajira. Es gracias a ellas, en gran parte, que sus tradiciones trascienden por este territorio, haciendo honor al significado de su nombre - wayuu, del arhuaco ‘hombre poderoso’- .
Así empezaba esta travesía por tierras guajiras, a pocos kilómetros de Riohacha. En medio del desierto, nos recibía la ranchería Dividivi, lugar donde habitan más de 27 familias de esta etnia del clan Arpushana, entre niños, adultos y personas de la tercera edad.
Construcciones a base de yotocoro, como se denomina a la corteza del cactus, bahareque y techos de cardón, representan a un pueblo que supervive y se salvaguarda en la aridez del desierto. Hay algunas viviendas pequeñas, una cocina que evoca los sabores de antaño con fogones de leña y varias enramadas (especie de chozas) para recibir de la forma más cálida sus visitantes.